Compra bien, pero vende aún mejor...

La secretaría técnica de un club no debe destacar solamente por sus grandes fichajes, sino también por sus grandes ventas. Desde tiempos remotos, el Barça siempre se ha caracterizado por no saber colocar beneficiosamente a sus jugadores “losa”. Es verdad que todavía queda verano y hay tiempo para hacer los deberes, pero todo apunta a que esta antigua “tradición” culé seguirá entre nosotros.

Giuly o Motta son ejemplos claros de lo que sucede. Jugadores que no han jugado a nada en el último año son ahora difíciles de colocar a un buen precio. Además, hay que tener en cuenta que la predisposición de los jugadores barcelonistas suele ser la de: “o me voy al club que quiero o me quedo”. Y esto, como comprenderán, no facilita nada el asunto.

Entonces llega 31 de Agosto, las prisas. Es cuando las secretarías ven que se han gastado 40 millones de euros en altas, pero no han sumado ni uno en bajas. A lo que hay que añadir que el gasto será mayor porque habrá que seguir pagándole el contrato a un futbolista que no querrías ni que pisara los entrenamientos. Total, siempre terminamos igual: carta de libertad a última hora, el jugador se pasa medio año en blanco mientras el club que no le quiere, le entrena para que vaya a otro equipo del que no cobrará nada. Y además del handicap económico, hay otro que puede ser mortal: el psicológico. Como ese jugador desterrado quiera desestabilizar al club, lo conseguirá.

Por lo tanto, una vez que ya se están cerrando prácticamente todos los fichajes de la temporada 2007-2008, veo y creo necesario que la secretaría dedique unas intensas semanas a colocar a aquellos jugadores que, a la larga, y como suele suceder en esta casa, acaben siendo, a última hora, una piedra en la bota. Y esto ocurre por llevar todo este asunto de cara a la galería: destacar los cracks que vienen, esconder por la puerta de atrás los que marchan. Aunque yo todavía espero esa portada en la que lea: el Barça saca tajada en sus ventas. Porque, como ya sabrán, no siempre habrá un Florentino dispuesto a pagar 10.000 millones de las antiguas.